La fuerza de la vulnerabilidad

La fuerza de la vulnerabilidad

¿Alguna vez has sentido que mostrar lo que sientes es peligroso o que es mejor aguantarse?”  Si tu respuesta es sí, no eres la única persona que piensa eso. 


Me gusta mucho este tema, porque ha sido parte de un aprendizaje importante durante mi proceso de sanar. Y es que cuando nuestros sentimientos, necesidades, ideas han sido desvalorizados por mucho tiempo, nos creemos que es mejor guardarnos nuestros miedos, nuestro enojo, impotencia y frustración. Pero con eso, echamos a la misma gaveta nuestra esperanza, nuestra capacidad de soñar, el amor propio y el reconocimiento de nuestras capacidades


Aprendí a mostrarme siempre fuerte, siempre lista para superar lo difícil que estaba viviendo y no enseñar lo rota que me sentía. NO tenía la opción de expresar mis verdaderas emociones, quizás no tenía con quién hacerlo. Pero me pude dar cuenta, que aunque callara lo que sentía, mi rostro, mis actos, mi vida eran un espejo de esas emociones embotelladas. Largas noches sin poder dormir, sintiendo todo eso acumulado en mi pecho. Me gustaba escribir, y me recuerdo de haber escrito una vez que tenía un grito escondido en mi garganta. 


Poco a poco empecé a entender que no mostrar lo que siento tampoco lo sana. No me deja entenderlo, no me deja procesarlo. Y que la gente que estaba cerca de mí, especialmente mis hijos, sentían la presión de ser también “fuertes” todo el tiempo. Entonces me di cuenta que necesitaba ser sincera conmigo, con mis hijos, con las personas cercanas si realmente quería tener conexiones significativas. 


No se trata de contarle todo a todo el mundo… Se trata de ser honestos, de ser vulnerables. 

Entonces, ¿Qué es la vulnerabilidad? 

Definición sencilla: "Vulnerabilidad es mostrarnos como somos, con lo que sentimos, sin garantías de cómo será recibido."

Esto no es fácil porque nuestro cerebro está programado para evitar amenazas, y ser vulnerable se siente como un riesgo. Es como quitarnos la armadura y estar en una posición descubierta. Eso definitivamente asusta, pero también activa zonas de conexión, empatía y autenticidad.


Ser vulnerable no es ser débil. Es valentía emocional.

La vulnerabilidad es permitirnos sentir. Es dejar de protegernos de todo, todo el tiempo.  Es mostrarnos reales, sin armaduras, y al mismo tiempo reconectarnos con nuestra fuerza interior.  Cuando te das permiso de estar presente con lo que vives, sin juicio, estás dando un paso hacia la autenticidad y el autocuidado verdadero.


Si vivimos siempre con una armadura, tenemos desconexión, ansiedad, rigidez emocional. Sentimos en lo profundo de nuestros corazones que nadie nos entiende. Y tenemos un poco de razón. Yo culpaba a las personas que amo por no haberme ayudado como yo necesitaba cuando estaba sufriendo. Ahora entiendo que ellos nunca supieron lo rota que estaba. Yo esperaba de ellos que me ayudaran de una forma que nunca expresé y luego los resentí por no haber “adivinado” o “intuido” qué era lo que yo necesitaba. 

Cuando sobrevivimos crisis, desamores o engaños, aprendemos a resistir tanto, que desconectarnos parece más seguro que sentir.

Pero sin vulnerabilidad, no hay conexión real con nosotros mismos 

ni con otras personas. 


¿Cómo puedes practicar la vulnerabilidad?

Desde la aceptación propia y el compromiso personal de sanar y crecer, es importante reconocer tus emociones sin intentar eliminarlas y conectar con tus valores.

Una forma de hacerlo es ponerle palabras a lo que sientes, sin juicio, desde la curiosidad. En lugar de avergonzarte o frustrarse por “volverte a sentir enojada”, puedes preguntarte, ¿por qué sigo sintiendo este enojo? ¿Qué necesito? ¿Qué no he resuelto? 

Y te respondes con bondad, entendiendo que detrás de tu enojo hay una necesidad no resuelta. Te dispones a estar presente con lo que estás sintiendo, sin pelearte con tu experiencia.


Te sugiero un ejercicio: “Me permito sentir, porque merezco sanar”

Tómate 5 minutos en un lugar tranquilo.

Pon una mano sobre tu pecho y otra sobre tu abdomen.

Respira profundo. Siente tu cuerpo.

Y repite para ti:

"Me permito sentir sin juicio. Lo que siento no me define, pero sí me guía.

Honro mi historia y mi capacidad de seguir eligiendo desde el amor."


Escríbelo después en tu cuaderno y observa qué emoción está presente hoy.



Para seguir el camino...

La vulnerabilidad no es una meta, es una práctica constante.

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Abrazos solidarios! 


Licda. Clara Ramírez

Psicóloga



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